Madrugada - Jameyra

Maldita sea… otra pesadilla.
-James –Murmuro.

Me inclino sobre él, tomo su cara con delicadeza y lo acaricio para que sepa que estoy aquí. Necesita sentirme, saber que está seguro. Él abre los ojos y son oscuros y vacíos, y examina rápidamente la habitación, confundido, antes de volver a posarse en mí.

-Te fuiste, te fuiste, no podía encontrarte – balbucea, y la mirada de sus ojos comienza a empañarse, aclarando sus irises, inundando su esclera, matándome. Parece tan perdido que se me parte el corazón.

-Estoy aquí, mi vida – Me siento en la cama a su lado. – Estoy aquí – susurro uniendo nuestras frentes, en un esfuerzo de tranquilizarlo.

-Te habías ido – murmura aterrado.
Sigue teniendo los ojos inundados en lágrimas y confusión, pero se va serenando poco a poco con mi tacto.

-Solo fui al baño, mi amor.

Cierra los ojos y frota su mejilla en mi mano. Cuando vuelve a abrirlos parece muy desolado.

-Estás aquí. Dios, mi vida…

Me abraza con fuerza, atrayéndome hacía su cuerpo y tumbándome en la cama. Estoy tan cerca que puedo oír su corazón latiendo rápidamente. Me sostiene con desesperación, impidiéndome escapar.

-Me fui solo tres minutos –murmuro.

Joder, la intensidad de su miedo… Puedo sentirla. Me preocupa que su corazón lata de esa forma, podría escucharlo a quilómetros. Una gota de sudor rueda lentamente en su cuello, mientras un par de lágrimas comienzan a mojarle las mejillas.

-¡No vuelvas a hacerlo sin avisarme! – me ordena levantando la voz. –No podía sentirte a mi lado, casi me da un ataque.

Cierro los ojos. No pensé que se asustaría, de haberlo sabido no me habría levantado, o habría tardado menos. Oh, James, nunca voy a dejarte, ¿cuándo vas a entenderlo?

-Lo siento, mi vida.